¡Qué mansa pena me da!
El puente siempre se queda
y el agua siempre se va.
I
El río es andar,
andar hacia lo desconocido;
ir entre orillas vencido
y por vencido, llorar.
El río es pasar,
pasar y ver todo de pasada;
nacer en la madrugada
de un manantial transparente
y morirse tristemente
sobre una arena salada.
El puente es como clavar
voluntad y fundamento;
ser piedra en vilo en el viento,
ver pasar y no pasar.
El puente es como
cruzar aguas que van de vencida;
es darle la despedida
a la vida y a la muerte
y quedarse firme y fuerte
sobre la muerte y la vida.
Espejo tienen y hechura
mi espíritu y mi flaqueza,
en este puente, firmeza,
y en este río, amargura.
En esta doble pintura
mírate, corazón mío,
para luego alzar con brío
y llorar amargamente,
esto que tienes de puente
y esto que tienes de río.
II
¡Qué mansa pena me da!
El puente siempre se queda
y el agua siempre se va.
Tristemente para los dos,
amor mío,en el amor,
uno es puente y otro, río.
Bajo un puente de suspiros
agua de nuestro querer;
el puente sigue tendido,
el agua no ha de volver.
¿Sabes tú, acaso, amor mío,
quién de los dos es el puente,
quién, el río?
Si fui yo río,
qué pena de no ser puente, amor mío;
si fui yo puente, qué pena de
que se me fuera el río.
Manuel Benítez Carrasco
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